Este año se han cumplido sesenta años de la aparición de la Vespa y del Ferrari, de la creación de UNICEF y de la boda de los reyes de Inglaterra. Pero para mí es infinítamente más importante y emotivo que mis abuelos también llevan juntos sesenta años.
Compartir sesenta años de vida en común supone casi veintidos mil mañanas y sus respectivas noches, implica la fuerza de sacar adelante a siete hijos e incluye la alegría de disfrutar de once nietos y dos bisnietos (más otr@ en camino), a los que cabe añadir los correspondientes yernos, nueras y nietos 'adoptivos' que se han sumado a la familia.
Compartir sesenta años de vida en común supone casi veintidos mil mañanas y sus respectivas noches, implica la fuerza de sacar adelante a siete hijos e incluye la alegría de disfrutar de once nietos y dos bisnietos (más otr@ en camino), a los que cabe añadir los correspondientes yernos, nueras y nietos 'adoptivos' que se han sumado a la familia.
Seguramente a mis abuelos todos los aniversarios de boda les han servido para recordar la alegría de estar juntos, con salud y con la compañía de todos los que les queremos, pero me consta que poder celebrar los sesenta, rodeados de casi todos sus descendientes (muy pocos se lo perdieron) ha sido para ellos algo excepcional.
En lugar de montar una reunión formal, en plan banquete y con un discurso en el que alguien hablara de la calidez de estar rodeados de la familia, echando un vistazo al pasado o hablando positivamente del futuro, el día en cuestión aparecimos por su casa, cargados de comida y bebidas, alegría y ganas de reencontrarnos con el resto de la familia. JJ se dedicó a fotografiar a todos los asistentes et voilà, tras los postres les obsequiaron con un portafotos digital en el que ya se podían ver las fotos de la jornada.
Según cuenta la tradición, cada año de matrimonio lleva asignada una denominación que marca el tipo de regalo a realizar. En concreto, en la conmemoración de los sesenta años o bodas de diamante era costumbre regalar diamantes, por su pureza y dureza, ya que se consideraba que proporcionaban buena suerte. No sé si realmente mi abuelo cumplió con esta tradición, pero si fuera yo este presente me parecería innecesario, nada comparable con la alegría y el calor de estar en familia.
En lugar de montar una reunión formal, en plan banquete y con un discurso en el que alguien hablara de la calidez de estar rodeados de la familia, echando un vistazo al pasado o hablando positivamente del futuro, el día en cuestión aparecimos por su casa, cargados de comida y bebidas, alegría y ganas de reencontrarnos con el resto de la familia. JJ se dedicó a fotografiar a todos los asistentes et voilà, tras los postres les obsequiaron con un portafotos digital en el que ya se podían ver las fotos de la jornada.
Según cuenta la tradición, cada año de matrimonio lleva asignada una denominación que marca el tipo de regalo a realizar. En concreto, en la conmemoración de los sesenta años o bodas de diamante era costumbre regalar diamantes, por su pureza y dureza, ya que se consideraba que proporcionaban buena suerte. No sé si realmente mi abuelo cumplió con esta tradición, pero si fuera yo este presente me parecería innecesario, nada comparable con la alegría y el calor de estar en familia.
PS. Para la reunión, intenté estrenar la panificadora de Müller pero por no leerme bien las instrucciones no entendí que este modelo no empieza a amasar inmediatamente, sino que primero precalienta los ingredientes. Eso lo supe luego, al leer con calma las instrucciones, pero mientras decidí usar la otra panificadora, la prestada (que por suerte estaba en casa todavía, jejeje) : utilicé un paquete de Ballastino Brot de la marca Backmax, comprado en Müller, que lleva un 77% de harina de trigo integral, semillas de lino y trazas de harina de centeno integral.
(Foto de Flickr)
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